Hace mucho tiempo, después del Diluvio, el pueblo comenzó a multiplicarse y a dispersarse por la tierra. En la región de Sinar, los hombres decidieron construir una gran ciudad y una torre, que alcanzara el cielo.
"Después dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. Así nos haremos famosos, y no nos dispersaremos por todo el mundo.»" - Génesis 11:4
La respuesta de Dios
Pero Dios, quien conoce el corazón de los hombres, vio su ambición y decidió intervenir. Él bajó a la tierra y confundió el idioma de los constructores de la torre, de manera que no pudieran entenderse entre ellos.
"Yavé bajó para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando, y dijo Yavé: «Veo que todos forman un solo pueblo y tienen una misma lengua. Si esto va adelante, nada les impedirá desde ahora que consigan todo lo que se propongan. Pues bien, bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, de modo que no se entiendan los unos a los otros.»" (Génesis 11:5-7)
El fin de la torre
Sin poder comunicarse efectivamente, los constructores abandonaron su proyecto y se dispersaron por toda la tierra, formando diferentes grupos con lenguas distintas. Así, la construcción de la torre se detuvo y nunca se terminó.
"Así Yavé los dispersó sobre la superficie de la tierra, y dejaron de construir la ciudad." - Génesis 11:8
La historia de la Torre de Babel nos enseña que la ambición y el orgullo pueden llevarnos a una caída. Los constructores de la torre estaban más preocupados por hacerse un nombre y demostrar su grandeza, que por honrar a Dios. En cambio, debemos recordar que todo lo que tenemos y logramos es gracias a Él, y que debemos honrarlo en todo momento.
¿Cuál es el peligro de centrarnos en nuestra propia grandeza y olvidarnos de Dios? 🤔
Bendiciones 🙏